"Angélica"
¿Cómo nació “Angélica”.-¿Hay alguna motivación sentimental, privada, en el origen de esta zamba, o todo es imaginación? Existe, en realidad, ese pueblito de Córdoba que se menciona en la letra?.
Yo viví en Salsipuedes –es el pueblito de Córdoba de que habla la zamba-, hace por lo menos 12 años. Era y sigo siendo soltero. Conocí allí a una niña morocha, de cabellos largos flotando sobre la espalda, no muy alta, delgada, un lindo tipo de criollita. Nos entendíamos con los ojos, mas que hablarnos. Fue un idilio de un mes, pues ella –verdaderamente- volvía a Buenos Aires. No hubo enojo oficial, pero si cierto distanciamiento entre los dos. Se llamaba como en la zamba: “Angélica”.
No le parece que hay cierta crueldad en la letra que usted ha compuesto, por parte de la dama? La metáfora del águila, por ejemplo…
Puede ser, pero, como le comentaba antes. Todo está magnificado por la distancia y el recuerdo. Es más bien un reproche amoroso. El enamorado –le repito- agranda tanto el desdén como los favores; los magnifica.
¿En qué instante nació su zamba “Angélica”, que tan grande popularidad alcanzó? ¿Dónde estaba usted cuando la compuso? ¿Cual es su método de trabajo?
Estaba en Mar del Plata, exactamente en el paraje denominado “El Gaucho”, un poco en las afueras de la ciudad, cerca del monumento al gaucho, en la casita que construí con mis manos. La casa tenía y tiene unos hermosos rosales que –como albañil- retiré de una construcción en que había que levantar un muro, y solicité me dejaran llevar esas plantas. Mi madre vive allí, donde se distrae cultivando y cuidando el jardín. Antes, era mi casa de soltero. Siempre venía mi madre a visitarme. Durante una mañana –era en el otoño de 1958- ella llegó y se puso a cebarme mate. Le hice escuchar “Angélica” que acababa de componer casi de un tirón, cosa que casi nunca me sucede, pues siempre trabajo mucho mis composiciones. Las memorizo y las trabajo hasta llevarlas a la guitarra. Las silbo, en fin. Cuando una melodía o frase me han impresionado bien, no la olvido más. Si la olvido, en cambio, pienso que es porque no tenía mucho valor.
“Angélica” nació con las particularidades que le cuento… En aquello otoño, a eso de las 10 de la mañana, en 1958…
"Merceditas" una historia de amor y un mito del Chamamé.
Ramón Sixto Ríos, llegó al pueblo de Humboldt como guitarrista y cantor… morocho y Entrerriano. Llegó con una compañía teatral. Una noche Ramón fue al baile en el salón Sarmiento y allí estaba ella, gringuita de sangre suiza-alemana, Mercedes le mostró sus grandes ojos color cielo y una cabellera al viento que se confundía con los trigales y Ramón la invitó a bailar. Allí empezó la historia de “Merceditas”.Merceditas se llamaba Mercedes Strickler Khalov y había nacido en Humboldt el 21 de diciembre de 1917.Al día siguiente de conocerla, Ramón visitó la casa de los Strikler, y contó a Mercedes que tenía 26 años, que nació en Federación, Entre Rios, allá por 1913.
Visita que se transformó en un amor puro y limpio como los ojos de Merceditas... y fueron novios.
El enamoramiento fue a primera vista, pero también a primera vista la mamá de Merceditas se dio cuenta de que Ramón -como entrerriano de ley- era más río que tierra, mientras que ella, pese a llevar el cielo en los ojos y el sol en el pelo, era tierra y no tan río.
Ramon regresó para proponerle casamiento a Mercedes pero ella no aceptó. Unos meses después, la joven estaba en su casa y escuchó por radio un chamamé muy agradable que le llamó la atención. Enseguida me di cuenta -recordaba- la letra tenía frases enteras que Ramón me había dicho personalmente”.
El tema Merceditas era un éxito en la Capital y, causaban profunda emoción y nostalgia en la bella suiza-alemana de Humboldt.
Cansado quizás de esperar a su Merceditas, Ríos se casó con otra mujer y al tiempo enviudó.
Años más tarde, una revista porteña publicaba una nota donde una tal Mercedes Strikler, confesaba ser la mujer que había inspirado al compositor Ramón Sixto Ríos en su famoso tema, Merceditas.
Cuando la entrevista llegó a manos de la familia, corrieron a mostrársela a don Ramón que nada corto, aun habiendo pasado cuarenta años, le escribió reiterándole la invitación de viajar a Buenos Aires.
Sólo entonces ella aceptó, y en el reencuentro por fin Ramón pudo murmurarle al oído las palabras de amor como si fuese un secreto a dos voces.
El chamamé Merceditas formaba parte del paisaje musical argentino, y por ende del mundo, pero Ramón no había podido ofrecérselo aún de cerquita y al oído, como aquello que era en realidad: un poema de amor.
Volvió a proponerle casamiento y ella, de nuevo, le dijo que no.Pero Ramón Sixto Ríos, éste entrerriano de Federación, a perasar de ello, hasta el día de su muerte le depositó las regalías de "Merceditas" rigurosamente en su cuenta bancaria.
Mercedes también tarareaba su chamamé cuando desafiaba el viento pero a caballo, como si aquella historia de amor fuese sólo una leyenda pueblerina.
Un año antes de su muerte, en el Festival del Chamamé de Federal le hizo ese gran homenaje, que ella merecía y quería.
Esta historia de amor a Ramón Sixto Ríos le dejó el sabor amargo de un amor imposible; a Mercedes la propuesta de un hombre que le quiso entregar su corazón y a nosotros una hermosa melodía. Pasa el tiempo, pero la historia vive y revive al escucharla.
Mercedes Strickler Khalov murió en una sala de Oncología de Esperanza, Santa Fe a los 84 años, el 8 de julio del año 2001.
Alfonsina y el Mar
El sábado 22 de octubre de 1938 una mujer -46 años- deambula en Buenos Aires hacia la estación de trenes, saca un billete, sólo de ida, para Mar del Plata. Se instala en una modesta residencial con el borroso designio de suicidarse. Se dice -la anécdota es oscura- que está enferma, cansada y anhela la muerte como una liberación. Quizás, en un banco desmantelado ocupa largas horas en repasar su vida. Tal vez emplea su tiempo en redactar el último poema de Alfonsina
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación, la que te guste; todas son buenas, bájala un poquito.Déjame sola: oyes romper los brotes...te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides... Gracias... Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido.
.Va al correo y envía el poema a La Nación. El lunes permanece la noche en vela con su confusión moral. Es probable que se escucharan gritos de rebeldía y palabras de sumisión. Habla consigo misma. Redacta una carta a su único hijo, Alejandro, de 26 años. A la una de la noche sale y va hacia el mar. Sus biógrafos aseguran que saltó al agua desde una escollera. El mito, sin embargo, más poético y más lleno de espíritu, que se internó lentamente en el mar. Horas más tarde, dos jóvenes obreros que paseaban por la playa La Perla encontraron su cuerpo. Era Alfonsina Storni, una de las más importantes poetas del siglo. Al fin, el mar la pidió a ella. Y, en el lugar donde bajó dispuesta a todo, un lunes por la noche, hay una estatua en su honor, que mira el mar.
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